101ª MEDIA MARATÓN DE LIMA

     Este sábado, 29 de agosto de 2010, unos 4,000 fondistas de varias partes del continente y cuasi-fondistas corrimos la centésima-primera edición de la histórica Media Maratón de Lima. Hora de inicio del certamen: 8:00AM. Lugar de partida: Plaza de Armas de la ciudad. Lugar de llegada: Circuito Mágico del Agua en el Parque de la Reserva. Distancia: 21 kilómetros y 97 metros—por definición. Organizadores: la Municipalidad de Lima, Nike y Peru Runners. Organización antes, durante y después del evento: ejemplar. Y es que para mí la gestión en general de este trinomio de lujo fue realmente eficiente. Perfecta. Calificación personal del evento: 20/20.

     En mi calidad de correcaminos he participado en muchas carreras pedestres nacionales e internacionales a lo largo de 20 años. He corrido distancias cortas como distancias largas. No sé organizar una carrera pero por mi trayectoria sí sé cuando una carrera está mal organizada y cuando está bien organizada.

     Una carrera mal organizada es un evento que genera costos por ineficiencias que los asume en gran parte—sino en su totalidad--el corredor que se inscribe para participar en ella. Un evento deportivo de la envergadura de la Media Maratón de Lima, por su naturaleza, contiene un sinfín de detalles que los planificadores deben contemplar e hilvanar con precisión matemática para que el fondista asuma como único costo la cuota de inscripción.

     Pero para ello los organizadores requieren de experiencia en diversas materias. Esta es, justamente, la experiencia que han demostrado tener, una vez más, los organizadores de la presente edición de la Media Maratón de Lima. La Municipalidad de Lima, Nike y Peru Runners--con demostrada capacidad para triangular decisiones--han vuelto a superar las expectativas de todos los que participamos en la carrera, justamente cuando creímos que les resultaría difícil--por no decir imposible--superar la celebérrima edición número 100 en cuanto a organización se refiere.

     Todo estuvo pensado. Todo. Detalle tras detalle. Un sinfín de detalles. Muchos como para señalarlos en este humilde reconocimiento a una labor muy bien hecha. Pero no por ello dejaré de puntualizar algunos, ciertamente los más importantes para mí.

     Me pareció sensible de parte de los organizadores, por ejemplo, oficiar una misa en la Catedral antes de la carrera para aquellos que solemos agradecer al Señor y encomendarnos ante tamaño desafío. La largada en sí fue impactante y la dio Luis Castañeda Lossio, alcalde de Lima. La largada se dio de manera supremamente ordenada y después de haber hecho la calistenia de rigor debidamente amenizada. En cuanto discursos, pues, no hubo ninguno—acertadísimo; salvo unas breves palabras de bienvenida, agradecimiento y orientación de parte de Gonzalo Rodríguez Larraín, presidente de Peru Runners.

     A lo largo de la carrera, los pacers marcaron el ritmo. Cada uno estuvo debidamente identificado con un hermoso globo amarillo—el color oficial de la carrera--y comprometido con correr la distancia oficial en un tiempo predeterminado—marcado en el globo—de interés para aquellos participantes dispuestos a correr dicha distancia en dicho tiempo.

     Ejemplar por su lado fue la logística en cuanto a la asistencia al corredor. Cada kilómetro estuvo identificado con un hito y cada tres kilómetros se ubicó un puesto de hidratación en el que unos jóvenes cordial y debidamente uniformados ofrecían en calidad de aguateros un vaso—no una bolsita--de agua y/o de Gatorade de sabores surtidos. ¡Cada tres kilómetros! Nunca faltó el líquido. Habiendo cumplido su función, el vaso se podía descartar en enormes contenedores a lo largo del camino—evitándose así tener que desperdigarlos necesariamente en las pistas. Alimentos funcionales y reconstituyentes tampoco faltaron hacia finales del trayecto—cuando se necesitan los nutrientes básicos.

     Y en cuanto a las medidas de seguridad y precaución…en su punto. La Policía Nacional y los serenos, así como los servicios de primeros auxilios y voluntarios, estuvieron atentos y dispuestos a dar lo mejor de sí para asegurar la integridad personal de los participantes. Supongo que no faltó el desadaptado, el necio, que comunica su intolerancia recalcitrante en este caso mediante el uso grosero del claxon y el uso de improperios. Pero si estuvo, debió ser neutralizado por las fuerzas del orden rápidamente, si es que para ese entonces ya no se había contagiado de la cultura cívica del resto de espectadores. Mientras surcaba la ruta a lo largo de los cinco distritos que contempló la carrera, la gente en los flancos y los conductores en las bocacalles, en una clara manifestación de cultura y civismo, más bien, arengaron al compás de los músicos, los payasos y los acróbatas. Y al final del trámite, una vez terminada la carrera, en medio de estrictas medidas de seguridad, a uno le tomó tan solo minutos volver a hidratarse y recoger la medalla conmemorativa, un segundo polo y sus bártulos de los guardarropas portátiles y seccionados que, como nosotros, empezaron el recorrido en la antigua Plaza de Armas y terminaron en el moderno Parque de la Reserva. Nada se dejó al azar.

     A lo largo del asfalto me cruce con mis compañeros de Perú Runners y demás amigos, así como con el perfecto fondista desconocido. Todos tuvimos el valor de estar en la línea Nike de partida de la 101ª Media Maratón de Lima—lo que nos convirtió en héroes, según el lema de la carrera. No sé si todos llegamos a la meta pero todos tratamos. Para quienes sí cruzamos la línea Nike de meta, nos esperaban el reconocimiento de una multitud de gente, el abrazo del amigo o--como fue en mi caso--el beso de mi esposa y la admiración de mis hijos. Mi número: 1220. Mi tiempo: 1 hora 55 minutos.