viernes, 10 de agosto de 2012

ELIMINEMOS LAS SOBRETASAS ARANCELARIAS A LOS ALIMENTOS*



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Comparto la posición de los gremios y de todos aquellos líderes de opinión que exigen la eliminación de las sobretasas arancelarias a los alimentos importados. Existen razones coyunturales para prescindir de ellas. La CONFIEP, por ejemplo, demanda que se eliminen como una medida para contrarrestar el alza de los precios internacionales de productos medulares como el maíz, la soya y el trigo. Pero también hay razones estructurales que justificarían su eliminación y que podemos, en esta oportunidad, resumir así: nuestra sociedad siempre estará mejor sin barreras al libre comercio. Que tengamos los aranceles más bajos de la región es inconsecuente; su propia existencia nos afecta. La teoría económica así lo enseña y la experiencia así lo constata.

¿Generan estas sobretasas arancelarias algún beneficio? Sí. Por un lado, tenemos los réditos políticos y, por el otro, la generación de caja y la protección de precio y plaza locales para aquellas industrias nacionales renuentes o incapaces de competir en igualdad de condiciones con las industrias extranjeras. Pero para la sociedad en su conjunto no existe beneficio alguno. Para ver esto basta con identificar algunos de los costos en los que se incurren para generar estos beneficios.

Podemos empezar con la distorsión que la medida genera en los mercados relevantes al evitar que los precios asignen eficientemente los recursos escasos. Una asignación ineficiente de estos recursos en alternativas mutuamente excluyentes hace que los precios no reflejen la verdadera escasez relativa de los bienes y servicios y transmitan información equivocada. Es así como estas sobretasas redirigen y mantienen estos recursos en las industrias protegidas. Esta redirección es incorrecta y costosa económicamente porque de ellas no existir, estos recursos se hubieran asignado debidamente en otras industrias en las que, por ejemplo, habría ventajas competitivas como para enfrentar a las industrias extranjeras.

Paralelamente, las sobretasas arancelarias reducen nuestras opciones entre las que podemos elegir libremente. Al encarecer las importaciones nos obligan a reacomodar nuestro presupuesto en términos de la consecuente reducción en la cantidad demandada de los productos importados. Asimismo, nos obligan a tener que pagar más, en términos de exportaciones, por una cantidad menor de importaciones. Si asumimos que nuestras exportaciones son el precio que pagamos por lo que importamos, nos convendrá exportar lo menos posible por producto importado. Ello significa que una restricción a las importaciones se traduciría en un mayor pago por lo que necesitamos pero que no producimos o que no necesariamente debemos producir.
De lo anterior podemos concluir que, económicamente, nada bueno puede obtenerse de estas sobretasas arancelarias a los alimentos. Puntualmente esta medida atenta contra nuestro bienestar material--sobretodo en esta coyuntura adversa en la que estas sobretasas intensificarían el impacto del alza de los precios internacionales de los alimentos en nuestra economía personal. El proteccionismo explota al consumidor y nos perjudica como sociedad porque como lo mire, siempre nos obligará a pagar más por menos, restándonos competitividad.

*/ Artículo publicado en el diario Expreso el 10/08/2012.

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