viernes, 13 de julio de 2012

LA FALACIA DE LA COMPOSICION*


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En política económica es un error pensar que lo que aplica o es cierto para un mercado, industria o sector, aplica o es cierto para la economía en su conjunto. Sin duda existen excepciones. Pero quienes formulan política pública en materia económica suelen creer lo contrario: si es verdad para una persona, para un mercado, para una industria o para un sector, tiene que ser verdad para la economía en su conjunto. Esta posición resulta de lo que en filosofía se conoce como la falacia de la composición—el error de asumir que lo que aplica a la parte aplica al todo. Esta falacia es distorsionante particularmente cuando se trata de diseñar política macroeconómica porque lo que es verdad para un individuo o para un mercado, industria o sector—la parte—no tiene por qué ser cierto para la economía en su conjunto—el todo.

Ejemplos de esta falacia abundan en economía. Si duplicáramos los haberes de un individuo, éste sería más rico. Pero al país no lo podemos enriquecer duplicando su cantidad de dinero inorgánicamente. Imprimir una cantidad de papel moneda igual a la cantidad de dinero en la economía constituye una inflación de la masa monetaria, que al circular tras una misma cantidad de bienes y servicios generaría eventual y consecuentemente un incremento en el nivel de precios.

Otro ejemplo de la falacia de la composición es cuando usamos inversiones individuales para determinar la inversión real del país. Cuando invertimos en bonos soberanos transferimos dinero de nuestros haberes a los haberes del Estado. Para honrar las obligaciones que generan los bonos, el Estado tendrá que usar el dinero de futuros contribuyentes. Económicamente esto no representa una inversión porque el incremento en los activos de los inversionistas es igual a la reducción en los activos de estos contribuyentes. La inversión real está en función de todo aquello que incremente el stock de capital—más fábricas y mayor infraestructura constituyen inversión real.

El tema central en la falacia de la compensación es que ignora las interacciones entre individuos—lo que precisamente hace que lo que sea verdad o aplique para uno, no tiene por qué aplicar o ser verdad para todos.

Ello puede verse, por ejemplo, en el esfuerzo de los gobiernos en salvar puestos de trabajo—un noble propósito. Se puede rescatar una industria a través de subsidios, regímenes tributarios o comprándole su producción. Lamentablemente, estas medidas ignoran que lo que el gobierno gaste para realizarlas tendrá que tomarse de alguien vía impuestos. Al ser los recursos escasos, es posible que los puestos de trabajo que el gobierno llegara a salvar en dicha industria puedan costar un igual o mayor número de puestos de trabajo en otra industria. La falacia no está en pensar que los puestos de trabajo pueden salvarse, sino en pensar que el rescate es un beneficio neto.
Uso esta tribuna para exhortar a quienes insisten en que el Estado emprenda proyectos públicos faraónicos y perfectamente otorgables en concesión a que reconsideren sus intereses, por nuestro bien.

*/Artículo publicado en el diario Expreso el 13/07/2012.

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